Holanda decidió dar una tregua con su meteorología para dar la bienvenida a los Corredores Oscenses. Esta vez, la prueba de la maratón se dio en Rotterdam el pasado 13 de abril. Unas 25.000 personas aproximadamente participaron en este evento, el cual también incluyó una prueba de 10 kilómetros y otra para los más pequeños.
Dos días antes estábamos cogiendo el autobús a las 6 de la mañana para llegar a Barcelona a coger un avión que nos llevase a Rotterdam. Los días previos estaban destinados a descansar, pero el buen tiempo animaba a salir a la calle y pateamos la ciudad durante horas. Visitamos la Feria del Corredor, donde se recogen los dorsales y se puede comprar ropa y accesorios deportivos. Respiramos el ambiente y desoxidamos el inglés, que llevaba años desentrenado. Arriesgamos nuestras vidas entre bicicletas, coches y tranvías, pero llegamos sanos y salvos al domingo.
Las pruebas eran relativamente tarde: a las 10.30 la maratón y a las 10.45 los 10 kilómetros, por lo que hubo tiempo suficiente para desayunar, prepararse, ponerse nerviosos y relajarse. El día amaneció despejado, con alguna nube y algo de aire. La suerte nos acompañó y no hubo ni lesiones ni abandonos: Luna la concluyó en un espectacular crono, 2 horas y 46 minutos; Pradas en 2:54; Laliena en 3:18; Castro en 3:21; Panzano en 3:33; Asesio en 3:41 y Lucas en 4:16. Mientras tanto, Susana y una servidora terminamos los 10 kilómetros en una hora.
Haciendo una pequeña sintesis de la carrera comentar que a las 10:30, con puntualidad, se da la salida al Maraton de Roterdam y no se da precisamente en una avenida anchísima, con lo que el principio es algo agobiante. Como suele ocurrir en estas carreras, la masificación hace que el comienzo sea más lento e incómodo de lo deseable. Pasado el km 1 llegamos al puente de Erasmo donde ya se podía ir cogiendo el ritmo hasta el km 7, punto en que la carretera se estrecha ralentizandose un poco la marcha. La carrera discurre en la zona sur de la ciudad, una zona bastante residencial, donde se encuentra el estadio del Feyenoord y algún que otro parque.
Los avituallamientos, situados cada 5 kms, estaban bien planificados, sólo en los kms 5 y 10 había agobio de gente, y hay que valorar la longitud de los mismos ya que no hay necesidad de coger el vaso de los primeros voluntarios. El agua se daba en vasos de papel con una esponja arriba para evitar la salida del agua. Habia bebida isotónica en todos los avituallamientos, aunque se echaba en falta algo de avituallamiento sólido, sobre todo plátanos
Pasado el km 25 se vuelve a atravesar el puente de Erasmo, y en este caso, la pequeña subida al puente y con viento de cara hacen resentir un poco las piernas. A partir de este paso nos permite disfrutar de una vista muy bonita de la ciudad; el mayor atractivo de Rotterdam es su arquitectura, con grandes edificios de aspecto llamativo construidos en los últimos años, dado que la ciudad fue bombardeada y prácticamente destruida en la II Guerra Mundial. Al volver al puente de Erasmo, el ambiente es espectacular, con multitud de gente animando. Hemos vuelto a la zona norte de la ciudad, la más céntrica, se hacen unos giros, se atraviesa un pequeño túnel (no hay maratón sin túnel en que las piernas sufran) y se encamina hacia un gran parque. En esta zona hay mucho más ambiente, de gente y de bandas de música. Al rato de atravesar las casas cubo, se llega al km 30. Esta zona es engañosa porque tiene una ligera pendiente negativa que ayuda bastante, pero que luego hay que recuperar.
Al atravesar el km 40, vienen los kms que se corren disfrutando si vas bien de piernas pero ya se huele la meta y la medalla correspondiente; a partir de aquí a hidratarse, estirar un poquito y regresar al hotel a ducharse. Para los corredores oscenses la maratón acaba con las cervezas preceptivas postcarrera, la cena homenaje que nos damos esa misma noche, y continuar con el viaje dedicado a visitar la ciudad de Amsterdam, con sus canales y museos.
Obviamente, los días posteriores los dedicamos a visitar la trepidante ciudad de Amsterdam, donde el centro de la ciudad ha sido peatonalizado y los vehículos desterrados, dejando el protagonismo al tranvía, los peatones y a las miles y miles de bicicletas. Esta situación nos permitió visitar muchos lugares de la ciudad, como el Barrio Rojo, los canales con sus barcos habitados, museos, molinos de viento y disfrutar de su gastronomía. Una ciudad recomendable.
Eugenia Castro
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